14 mayo, 2007

Ética, tecnología y educación

A partir de unas reflexiones de Bekir Gür, alumno de doctorado en la Utah State University, David Wiley ha planteado recientemente una cuestión crucial y tradicionalmente eludida por el discurso de la eficiencia y la eficacia. Nos referimos a la necesidad de incluir consideraciones éticas y humanas a la hora de abordar los desarrollos tecnológicos acordes con una filosofía educativa abierta.

Bekir considera inquietante la erosión de la confianza en el profesorado que se viene produciendo como consecuencia de los cambios habidos en el esquema clásico de la teoría de la comunicación, que concibe al estudiante como receptor, al profesor como emisor y al aula como canal.
Según dicho esquema el ruido se genera básicamente en el canal, pero en la actualidad, con el advenimiento de la Sociedad de la Información y la aparición de empresas productoras de contenidos, ha habido un cambio en la función del profesor, que han dejado de ser percibido como fuente de conocimiento para pasar a ser relegado simplemente como parte del sistema de entrega de información o canal.


Y, por tanto, en el mejor de los casos, participa en la generación de "ruido" que estorba en la comunicación. Para muchas entidades generadoras de contenidos, existe lo que se denomina "contenido a prueba de profesores"; contenidos que incluyen test, pruebas, introducciones y mecanismos de evaluación que son -o pretenden ser- altamente eficaces incluso sin la intermediación del docente. Estos "sistemas de tutorización inteligente" permiten enfrentarse al trabajo de manejar grandes grupos de alumnos con los recursos limitados que habitualmente se tiene, pero presentan un riesgo ético que ha de ser considerado: la desaparicion de las relaciones personales.

Ante este problema, Wiley, que se declara absolutamente partidario de suministrar oportunidades educativas al mayor número de personas posible, se opone a los métodos que privan a la gente de relaciones. No se trata de confiar ciegamente en las relaciones, pero tampoco de prescindir de ellas cuando se hace posible un acceso directo a los recursos educativos.
Eficacia y eficiencia parecen, en ocasiones, ser incompatibles con la ética, señala Wiley, por ello, se hace necesario abrir un debate en profundidad sobre este asunto que nos lleve a un continuo cuestionamiento de las metas finales.

1 comentario:

Pedro Pernías dijo...

Creo que este comentario de Wiley y la investigación de su alumno Bekir Gür, tienen mucho más que ver de lo que parece con nuestra situación actual en España y en el momento en que vivimos.

Hace algunos post, comentábamos aquí que red.es en el marco de las iniciativas para promover la sociedad de la información, había adjudicado varios consursos con suculentas financiaciones a algunas editoriales para la digitalización masiva de contenidos de valor educativo.
Podemos dar por hecho que lo van a hacer bien y que en pocos años podremos disponer de enormes bancos de recursos educativos de cierta calidad con los que completar cualquier programa formativo.
Hasta ahí, parece interesante y beneficioso. En España nos faltan contenidos de calidad para poder mejorar nuestras clases.

Pero después de leer al Wiley, empiezo a pensar que hay un riesgo en todo esto: nos equivocaríamos si llegásemos a creer que un contenido autosuficiente basta para enseñar, que el profesor es una especie en víás de extinción y los grupos de alumnos cosas del pasado.

Desde la época de Freinet -creo que es uno de los primeros "tecnólogos de la educación"- el aula ha sido la unidad de trabajo en la que los alumnos desarrollan un proceso social y a la vez individual de aprendizaje.
Las tecnicas de comunicación: la revista ecolar, el texto libre, la correspondencia escolar, etc... permiten generar una creación individual y(o colectiva que permiten al alumno/grupo, comunicarse con otros. Y en ese proceso se desarrolla el aprendizaje. Ese es uno de los principios de la escuela nueva (S XIX !!) y de la pedagogía activa al que quizás deberiamos mirar más a menudo.